Misión imposible: Trabajar en Ceuta

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Nací en una familia al uso, allá por el año 83. Mis padres, muy jóvenes, me tuvieron con 16 y 19 años respectivamente y desde entonces mi padre, la gran figura a la que intento imitar en mi vida, trabajó uniéndose al ejército en el que hoy sigue, destinado en Ceuta desde 1993.

Mi madre, como buena mujer, se dedicó a criarnos a mi hermano y a mí, y si algo me repitió en mi infancia y sobre todo en mi adolescencia fue que estudiara, que buscará mi lugar en la vida, que trabajara y me labrara un porvenir; que nunca tuviera que depender de nadie en esta vida.

Y así lo hice. Cierto es que quizá no elegí la carrera más apropiada para trabajar, pero seguí mi sueño, que fue el de convertirme en actriz. Y no fue porque no lo intentara. A mis 22 años y recién licenciada no hice otra que volver a casa para sacarme el CAP (mi puerta trasera) y acto seguido vender mi Renault 5 (un año mayor que yo), para hacer mi maleta y marcharme a Madrid.

Allí comenzó mi vida laboral y fue como un jarro de agua fría porque si algo tiene la juventud de malo, es que nos creamos unas expectativas terribles con lo que podríamos hacer y sin embargo, la madurez comienza a entrar en tu vida a base de palos.

Lo primero y más importante era buscar una forma de subsistir, encontrar un trabajo que permitiera compatibilizar mi sueño con vivir. Y así lo hice.

Muchas complicaciones hicieron que acabase en una espiral de quiero y no puedo, y a pesar de haber hecho alguna que otra obra en una de las tantas salas de Madrid, nuestra recompensa solía ser como mucho una cena, o el vestuario. Nunca nada económico que me ayudara a alimentar mi sueño.

Así fue como acabe en una empresa familiar, trabajando como telefonista, y luego como auxiliar administrativo, sin experiencia pero con muchas ganas, hasta tal punto que se convirtió en algo importante, mi nueva vocación.

Llegó la crisis y con ellas los miedos; vivía sola en una ciudad gigante y sin ayuda por parte de nadie así que muy a mi pesar dos años después de volar del nido decidí volver a Mi Tierra, Ceuta, al calor de mi familia y con la idea en la cabeza de opositar a la Administración del Estado. Error, porque la crisis era incipiente y fueron las últimas convocatorias en mucho tiempo.

Comencé a trabajar como administrativa pero acabe dejándolo pronto, porque el contrato no llegaba. Después llego otra oportunidad y como era un trabajo de menos de media jornada, decidí compatibilizarlo con la obtención del título de FP de Técnico Superior de Administración y Finanzas. Tenía la experiencia, y quería completarla con la titulación.

Durante el primer año, el trabajo se acabó y me centre en el ciclo en cuerpo y alma y lo terminé con todas las expectativas del mundo. Otra vez. Pero pronto la dura realidad volvió a golpearme en medio de las costillas.

Recorrí todo Ceuta en varias ocasiones, currículo en mano, sin que llegara la ansiada oportunidad.

Vi como todas mis compañeras, sensiblemente más jóvenes que yo, encontraban un empleo y comenzaban sus carreras profesionales. Y yo, a pesar de mi ímpetu y ganas me quedé estancada, sin saber qué hacer ni cómo hacerlo.  Sin respuesta y lo peor de todo, sin oportunidades.

Como pasaba el tiempo y el trabajo no llegaba, decidí convertirme en madre. Y así lo hice. Fue lo mejor que me ha pasado en la vida. Mi niña dio luz a mi vida y me ayudó a relativizar la necesidad de trabajar.

Pero el tiempo pasó, ella creció, y mi inquietud comenzó a crecer nuevamente.

La sorpresa llegó, porque sin ninguna expectativa, salí en la lista de Plan de Empleo y pensando que por fin trabajaría de administrativa, me llamaron como profesora... Aunque jamás he querido ser profesora porque mi titulación no facilita que acceda a ninguna bolsa de las existentes en Ceuta. No sé si mejor o peor, pero intenté dejar el listón alto, y todo lo hice con la mejor de las intenciones y predisposición.

Antes de que terminara decidí volver a optar a las oposiciones sin saber dónde me metía; y comencé a estudiar, aunque no es fácil con una bebe.

Como estudiar siempre es a largo plazo y el trabajo seguía sin llegar, decidimos ir a por la segunda niña (siempre pensé que ser madre es un impedimento para trabajar, pero no serlo es peor: bajas maternales, problemas familiares, conciliación...) así que pensé que sería lo mejor  -“Si voy a un trabajo con todo superado, ya no será un problema”-.  Error, no me di cuenta que los años pasan, y la edad es el nuevo impedimento del siglo XXI.

Tenemos muchos jóvenes parados, pobrecitos. Y en lo más profundo de mi mente no puedo parar de pensar... –“Teniendo en cuenta que la mayoría no tienen ni la ESO, qué difícil deben tenerlo”-.

Total: 8 años en paro y un oasis en la enseñanza en el año 2017. Sigo opositando (con dos niñas pequeñas es prácticamente imposible), y mi nueva frontera se sitúa en el actual Plan de Empleo como administrativa.

Sale la baremación... ¡¡¡Guau!!! Este año entro, tengo 6,6 puntos para administrativa...

Error: sale la lista provisional, y ni rastro de mi nombre...

“Voy a alegar... debe haber un error, es imposible que personas con un 5,4 estén por delante mía”. ¡Error!: tampoco salgo en la definitiva.

Pido cita al SEPE, dadas las circunstancias por vía telefónica, y me dicen que no entienden lo que ha pasado, que hable con un orientador y llegado el día de la entrevista sólo puedo decir que he sentido una humillación colosal:

Resulta que la titulación exigida para el puesto al que aspiro es la de técnico medio de Administración, y que yo al tener el título superior, no puedo acceder.

No sé a quién corresponde elegir que titulación vale y cual no pero de toda la vida, una titulación superior no imposibilita a las personas  acceder a un puesto de inferior categoría... Ahí están por ejemplo las oposiciones: cada uno decide si entra o no al trapo. Me siento fatal, no solo por no trabajar sino porque siento que me están robando un derecho por mi gran error: haber empleado demasiado tiempo en ser mejor en lo mío.

Veo que estudiar estar sobrevalorado y que yo, en los 37 años que tengo, no he hecho absolutamente nada en beneficio de mi vida laboral.

Si escribo esto, es porque quiero hacer un llamamiento...

El trabajo es una necesidad de ricos y pobres. Entiendo que hay que priorizar, pero presuponer que a más estudios menos necesidad, es NECIO. Sólo pido que para futuras listas, las autoridades y Administración lo tengan en cuenta. La gente no se apunta al paro por gusto, sino porque no terminan de encontrar su sitio, su oportunidad, y por suerte o por desgracia, cualquiera de ellas es buena.

Sigo opositando, pero en un contexto trágico. Con dos niñas y tal y como van las cosas se esperan para final de este mes, y sólo puedo dedicarle una hora y media al día (los colegios no dan para más, benditos todos ellos). Queda pendiente otra convocatoria para principios de año pero dado el panorama estaré en las mismas.

Después y dados los precedentes de la crisis de 2008 solo puedo ver oscuridad tanto en el trabajo en empresas privadas, como en las oposiciones... La economía no dará para más.

Cuando nos recuperemos, ya estaré en torno a los 50 años.... ¿Quién me dará la oportunidad que necesito entonces?

El Plan de Empleo seguro que no, porque solo llama a técnicos medios.

FRUSTRACIÓN y HUMILLACIÓN, eso es lo que me queda.

Gracias por leerme, espero que esto llegue a los ojos adecuados y se tenga en cuenta. Estoy segura de que mi voz no solo me representa a mí.

Cristina Serrano.

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