Crespones negros frente al “resistiré” de los balcones

La gente sale a aplaudir a los balcones
LHD La gente sale a aplaudir a los balcones

Tender la mano una y otra vez, aunque te la muerdan. La oposición prefiere los crespones negros y el réquiem que el “resistiré” de los sanitarios y de los balcones solidarios. En situaciones de emergencia aportar soluciones y arriesgarse es de valientes y responsables. Incluso con posibles equivocaciones o errores por las prisas. Criticar y no hacer nada para achicar el agua que nos hunde y ahoga es de cobardes. Desde que la tormenta zozobra el continente y el mundo, la oposición ultraderechista, hace lo único que sabe hacer. Zarandear al capitán y a la tripulación, intentar echar por la borda al Gobierno y a la tripulación para ponerse ellos. No podemos esperar mucho más de esta generación de dirigentes ultras. Desde hace al menos dos años así lo han demostrado. Y aun así, desde el principio de la pandemia, hasta el día de hoy, el Gobierno de Sánchez no hace sino tenderles la mano para que ayuden. Mano que vez tras vez, muerden, para acto seguido quejarse de que el Gobierno la retira. Un juego perverso típico de desleales y trileros.

Los dos o tres dirigentes de la oposición derechista actuales sólo ven una forma de ayudar. Derrocar al Gobierno, juzgar a Sánchez y a los suyos, meterlos en la cárcel y tomar ellos el mando. Esto, en román paladino tiene un nombre que recuerda a tiempos ya muy lejanos de sables y golpes de Estado. Tan es así que incluso el jefe de la oposición se queja de que las autoridades que luchan contra el virus infundan el espíritu y la moral de victoria en esta guerra. Les molesta el “resistiré” y la solidaridad en los balcones y a la puerta de los hospitales literalmente desbordados. Realmente los sanitarios y efectivos de los cuerpos de seguridad del Estado están comportándose como héroes. Pero las buenas noticias a ellos, a los de la oposición, ni les gusta ni creen que les conviene. Están en posición de desgaste al Gobierno al precio que sea. Como siempre.

Tanto es así que el líder del partido popular tiene la poca finura de denunciar públicamente en una rueda de prensa que “el Gobierno cuenta con unos medios de comunicación que están poniendo el foco en lo positivo de esta crisis”. Claro que sí. Por eso él propuso meter a todo decibelio un réquiem todos los días a las 12:00 en la Puerta del Sol de Madrid con los crespones negros y las banderas a media asta. Esa ha sido su gran aportación a esta crisis. En contraposición, los sufridos españoles se encierran en sus casas y esperan su mejor momento del día, a las ocho de la tarde, para salir a aplaudir a los balcones y ver bailar y cantar el “Resistiré” a las enfermeras y policías. Nuestra España solidaria sabe que sólo juntos saldremos de esto. Mientras tanto, ellos siempre dan la sensación de no alegrarse cuando se resuelven los problemas porque siguen en el “cuanto peor mejor”. ¿Mejor para quién? Lo hicieron cuando Cataluña ardía, y no queremos remontarnos al 11-M y el final de ETA porque aquellos dirigentes, aun siendo criticables, estaban a años luz de esta generación de cuño cero compasión. Para bien.

Si según ellos hay que derrocar a Sánchez y llevarlo a la cárcel, junto con el ministro de Sanidad y todos los suyos. ¿Qué habría que hacer con sus admirados líderes de potencias mundiales como Trump, Bolsonaro, incluso Boris Johnson que hasta ayer consideraban al virus un bichito inocuo al que no habría que hacer caso? Incluso, siguiendo esta reprobable idea habría que meter en la cárcel al italiano Giuseppe Conte, al francés, Emmanuel Macron, a la canciller alemana, Angela Merkel, o la premier belga, Sophie Wilmès, y a todos los mandatarios europeos en cuyos países avanza la pandemia del Covid-19 y que están tomando exactamente las mismas medidas que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Todos ellos se han enfrentado con las mismas dificultades, avance de infectados, saturación de UVIs y hospitales, falta de material quirúrgico y sanitario, confinamiento y paralización de la economía. Incluso con cifras que indican una mayor celeridad, del mando único, el presidente Sánchez, con respecto a sus colegas. Incluso la OMS felicita a España y a su presidente y lo pone como ejemplo a seguir. Pero ellos prefieren meterlo en la cárcel, a ver si de este modo consiguen lo que no han podido conseguir por las urnas.

La diferencia como siempre con respecto a nuestros vecinos europeos, es la salud democrática de la oposición que tenemos. De la misma manera que en Europa los partidos demócratas, incluidos los conservadores, formaron un férreo muro para evitar el avance de la extrema derecha, en España la oposición liberal y conservadora hizo lo contrario y les metió en las instituciones. Consecuencia de ello, hoy gobiernan juntos en comunidades, convertidos en rehenes de su visión radical y ultraderechista de la vida y de la mal entendida patria. Una vez más, lo que nos diferencia de nuestros vecinos, es que hoy la oposición de estos países, sea del signo que sea, está apoyando al Gobierno, sea del signo que sea, y unidos luchan contra una epidemia de tal magnitud dramática que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial.

A nadie con el mínimo espíritu patriótico, se le ocurre, en plena emergencia, desde la dirigencia de un partido político constitucional, dedicarse a poner querellas criminales, una tras otra en los tribunales, debilitando fuerzas que deberían estar ayudando a salvar vidas. Como así lo ha hecho. Por poner sólo un ejemplo, Carmen Balfagón, vicesecretaria de Acción Social de Vox y ex directora del Imserso, contra el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Una querella criminal acaso indica que el ministro se ha ido dedicando a propagar el virus por ahí. Si nadie les acusa a los dirigentes de la oposición conservadora, de que la Sanidad Madrileña, por ejemplo y la red de Residencias de Mayores, estaban en un estado lamentable, tras la reducción de miles de camas, de miles de sanitarios, de cientos de millones desviados a la Sanidad Privada, ¿de qué mal cuño humano está hecha esta gente para que saltando por encima de los cadáveres, en lugar de ayudar a frenar el contagio se dediquen a llevar a los tribunales a los que luchan contra la pandemia?.

De qué mal cuño deben de estar hechos estos servidores públicos para dedicar sus esfuerzos a intoxicar, generar bulos magnificando los fallos y errores, crispando e incitando al odio en sus redes. Fallos, por otra parte, imposibles de esquivar en una situación como esta. Errores que, por supuesto, también sus dirigentes de las Comunidades donde ellos gobiernan, inevitablemente cometen. Como luchar por conseguir material sanitario a contrarreloj en un mercado internacional complicado para la adquisición de EPI's y material quirúrgico como respiradores, test, etc. En una carrera en la que todos los gobiernos mundiales están profundamente implicados, en España, debería de brotar el virus de una auténtica solidaridad de ayudarse de unas comunidades a otras.

Podríamos poner aquí el previo a esta situación. El estado en el que el Covid-19 ha encontrado a la Sanidad española, o a la italiana, o a la inglesa, en comparación a cómo ha encontrado a la alemana, mucho más dotada. Podríamos anotar aquí la ratio de sanitarios por habitantes. Podríamos anotar que España es el vigésimo país del mundo en cuanto a ratio de médicos, con 3,9 médicos por cada mil habitantes. Y que España bajó 13 puestos en el ranking desde 2012 -cuando sabemos quién gobernaba entonces- hasta la fecha. Por delante de España se sitúan países del entorno europeo como Grecia, con una ratio de 6,3 médicos por cada 1.000 habitantes; Portugal (4,4); Alemania (4,2); o Italia (4). Y si contamos por número de enfermeras, quedamos en el lugar número 59, perdiendo puestos desde 2012 y ganando ocho puestos en los dos últimos años, hasta ocupar el lugar 51 del ranking mundial con 5,6 enfermeras cada mil habitantes. Estas cifras, por lógica, algo influirán en la situación de falta de preparación que se ha encontrado el ministro de Sanidad, en la gestión sanitaria y hospitalaria totalmente transferida a las comunidades y con los procesos de desmantelamiento y privatización que se han dado en la última década, especialmente en aquellas comunidades donde no gobernaba el partido del ministro Illa y que hoy es a quien toca dirigir la lucha contra el coronavirus.

Aquí parecería que se juegan dos juegos distintos, con árbitros distintos, en un mismo partido. El gobierno juega al baloncesto con sus reglas de fair play, y en frente tenemos a un equipo ataviado para el placaje que juega al Rugby, con las reglas del rugby y siempre a derribar y poner fuera de juego al Gobierno. La sociedad española no puede seguir soportando esta doble guerra, este juego sucio, esta tendencia a destruir por parte de una derecha que no asume que el mando lo tiene el Gobierno legítimo que ha ganado las elecciones hace escasos cinco meses.

Como ejemplo claro del doble juego, hace exactamente una semana el líder del Partido Popular pedía más confinamiento y más medidas de restricción para frenar al virus. Este domingo el presidente anunció nuevas medidas en esta línea, y este martes, más drásticas medidas y el jefe de la oposición, ya ha anunciado que no las apoya, no porque no las hubiera pedido antes, sino porque se siente ninguneado porque el Gobierno no le haya consultado. No es fácil consultar al que te está golpeando para derribarte en lugar de arrimar el hombro y observar lealtad institucional. No obstante, el Gobierno debe seguir intentándolo. Tenemos esta oposición ventajista, desleal e insolidaria. Esos son los hechos. Y seguiremos teniéndola durante mucho tiempo. Así que paciencia y siempre mano tendida, aunque te la muerdan vez tras vez y luego se quejen de que la retiras.

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