Y la culpa la tenían el 8M y Barajas

Madrid no puede más y Sánchez acude al rescate. Ayuso caerá quemada en la hoguera, como un pelele, en la fiesta de San Judas, como sucedió con Cifuentes, pero los que mueven los hilos, quedarán con sus políticas ultraliberales y sus negocios a costa de la Salud de los madrileños. Estos dos fatídicos días de septiembre, el 17 y el 18, en los que el gobierno de la Comunidad de Madrid estuvo desaparecido, previamente se había afirmado y negado a sí mismo, pasarán a la historia por transitar del "déjadme a mí" o "se han ensañado con Madrid", al "me siento sola”. Ya ha pasado la primavera negra del Covid y el verano del desastre donde la pandemia se puso fuera de control. Ahora toca doblar el espinazo: "Sánchez, ayúdanos".

Un gobierno regional que, durante meses, negó y expulsó de su circuito, a patadas, la ayuda del Gobierno de España. Que después, se pasó tanto tiempo acusándolo de “ensañarse con Madrid” y estos dos últimos días, implorándole que vuelva para ayudarlo. Del “déjame a mí”, “con nosotros no hubiera sucedido”, de Ayuso, culpando al mando único de la saturación hospitalaria y los muertos de Madrid durante la primavera negra de la pandemia, al “me he sentido sola” de hoy mismo. Ya nada queda de la cantinela “los contagios son culpa del 8 M y de Barajas”, porque ahora no tienen explicación para saber cómo se han generado los focos de Covid-19 tanto en el sur de Madrid como en localidades “nobles” como Fuenlabrada, Getafe, Alcobendas o Collado Villalba, entre otros. Ahora le llaman y Sánchez ya puede acudir al rescate ¿por qué ha tardado tanto?, se preguntan. Porque la ley exige que sea la CCAA quien lo pida, o eso o decretar un Estado de Alarma, que el propio PP bloqueó cuando pudo apoyarlo y precipitó una desescalada para la que esta Comunidad no estaba preparada.

La semana empezó con un descontrol absoluto de los contagios, un crecimiento alarmante de los hospitalizados y UCI, tanto que un insigne doctor, que ayudó a sacar las castañas del fuego en el hospital de campaña del IFEMA, el viceconsejero Antonio Zapatero, abrumado por el peso de la responsabilidad y por el descontrol de la pandemia, anunció medidas de confinamiento en muchos barrios y localidades madrileñas, pero sin dar detalles. Ello alarmó a la población y molestó extraordinariamente a los alcaldes de Parla, Fuenlabrada, Móstoles, Alcorcón, Getafe, Leganés y Pinto, cuyos datos presentían pero se les habían ocultado hasta entonces, negándose la presidenta Ayuso incluso a hablar con ellos desde hace meses. Por la tarde, la propia presidenta Ayuso desautorizó a Zapatero y le puso a los pies de los caballos. Después, el vicepresidente y socio de la coalición (de CS) Ignacio Aguado imploró al Gobierno de España que ayudara a Madrid. Y Sánchez dijo sí, que iría a Sol el lunes para que la CAM se ponga manos a la obra cumpliendo aquello que se le pidió en Junio y que no ha cumplido.

Olvidando que unos meses antes, él, Ayuso y Casado, habían echado con cajas destempladas al mando único y al Estado de Alarma, que se había hecho cargo de la situación, diciendo que Madrid iba mal porque “les habían pisoteado las competencias y no les habían dejado actuar”. Han pasado seis largos meses, negando y bloqueando el Estado de Alarma, saltándose la recomendación y adelantando la desescalada, incluso la recurrieron ante la justicia para adelantar los tiempos, y repitiendo la cantinela mil veces repetida de que “se ensañaban con Madrid”. Pero los únicos que se ensañan con Madrid, como dijo Ángel Gabilondo son los datos.

Isabel Díaz Ayuso, la presidenta inane de la Comunidad de Madrid, la política cuyo curriculum se basa en haber sido la community manager del perrito de Esperanza Aguirre, literal, no es una broma, cuyos encantos de cara de muñequita de porcelana (esto no es machismo, Aznar tiene el careto de Chaplin en el Gran Dictador), consisten en ser la marioneta “femenina” perfecta, en la cohorte de caballeros de la derecha. Si como dijo Marshall McLujan, el visionario de la comunicación de masas, en su Aldea Global, allá por los años setenta, “una imagen vale más que mil palabras”, esa imagen es exactamente la que nos dio pistas a tantos y tantos, residentes en Madrid (que no necesariamente madrileños) cuando vimos a la dama, vestida de largo, tomando posesión de su cargo (solo tres mujeres entre los trece consejeros) de traje y corbata, que la aclamaban y aplaudían embobados. Una imagen tan absurda e inquietante que ya preconizaba lo que iba a ser la doncella que pasó los meses duros “confinada en una suite de lujo pagada por los madrileños”, la marioneta en la cuerda del poder de Aznar, quien no tardó en anexionar enseguida como jefe de Gabinete al “susurrador” de las políticas más radicales, rastreras, vengativas y rencorosas que jamás se haya visto en España, Miguel Ángel Rodríguez, el Rasputín que manda en la Puerta del Sol. Y es que aunque MAR, sale poco a escena, es grande su poder, es quien maneja los hilos y quien toma las decisiones que, en vista de cómo se ha descontrolado la pandemia en Madrid, mejor es que se hubiera quedado en la agencia de publicidad que dirigía hasta ahora.

Hay que reconocer, que la presidenta ha heredado de su mentora Aguirre, más de tres mil facultativos y sanitarios menos en la Salud Pública, otros tantos miles de camas privatizados, es verdad. El famoso pico y pala de Aguirre que funcionó a la perfección saqueando los hospitales públicos, residencias de mayores, y dando la gestión a empresas amigas. No por nada, los que ayer y también hoy mueven los hilos, hicieron el Tamayazo, que dio el gobierno a Aguirre, cuyo equipo, tras agotar el pelotazo inmobiliario, y repartirse miles de millones en coimas y financiación irregular (sentenciados en los casos Gürtel, Púnica, etc), pusieron el ojo en la Salud Pública.

Expertos en oler la sangre del dinero, se dieron cuenta que engañar a la gente y construir más hospitales, con dinero público, dando la gestión a empresas privadas, era el nuevo pelotazo silente del que sus votantes no se iban ni a enterar. Y a pesar de las mareas verdes clamando: “La Sanidad no se vende, se defiende”, durante meses y años, siguieron adelante. También olieron dinero de sangre en las Residencias de Mayores, 500 en la Comunidad de Madrid, que no tardaron en ser pasto de los fondos buitre gestionados por ellos, sus parientes, sus amigos o sus hijos. De hecho, el hijo mayor de Aznar y Botella gestiona o gestionaba un fondo buitre que se apropió de más de 2.000 viviendas a familias de escasos recursos, algo que reclamó Manuela Carmena durante su etapa de alcaldesa y ganó. Estos días, también los socialistas piden que se devuelvan otras 3.000 viviendas saqueadas a familias necesitadas en la zona de Navalcarnero. Y es que, para ellos, el dinero no tiene escrúpulos.

Como no tienen escrúpulos, los que mueven los hilos de la marioneta de porcelana, que ya han firmado suculentos contratos millonarios y que están construyendo un nuevo macro hospital del covid, que costará a las arcas públicas otros 50 millones, sólo de construcción, y cuya gestión privada, de nuevo, dará buenos réditos a media docena de empresas amigas. Según el catálogo nacional de hospitales, Madrid cuenta con 33 hospitales públicos y 50 privados. ¿Dónde está ahora la famosa colaboración público privada? La Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (AFEM), lleva meses criticando con dureza al sector privado por “haberse puesto de perfil frente el Covid-19 evitando el riesgo y trasladándolo a la Sanidad Pública”.

Son varias las sociedades metidas en el negocio de la Salud, la Quirón, de la alemana Fresenius, que lidera el sector español junto con Vithas, de capital nacional, o Ribera, con capital del grupo americano, Centene, que ya gestionan más de una docena de hospitales madrileños. En Valencia, el gobierno de Ximo Puig, ya ha conseguido revertir estas privatizaciones y devolverlas al caudal público.

Pero en Madrid, llevamos más de veinticinco años con gobiernos populares que aplican sus recetas del neoliberalismo ultra radical, o lo que es lo mismo, no hay dinero para suplir las bajas de sanitarios de los Centros de Salud y Atención Primaria, pero si para construir hospitales, aunque sea sin médicos. ¿En que ha invertido Ayuso los 3.400 millones que el Gobierno central le ha dado para confrontar la pandemia? Si no ha contratado los médicos exigidos, ni cubierto bajas, si ha cerrado los ambulatorios, no ha contratado los rastreadores ni docentes de apoyo para la vuelta al cole segura, exigidos por Sanidad, tampoco ha contratado no ha invertido en Residencias de Mayores. Eso sí, desde el gobierno regional popular insisten: “que nadie se preocupe, si hay que montar más camas UCI, tenemos respuesta”. Es tanto como decir, que nadie se preocupe que estamos construyendo cementerios. Oiga usted, no queremos que la gente llegue a la UCI, queremos que sea cribada y atendida en la atención primaria para no tener que llegar a la UCI.

Entrando en la profundidad del asunto y con los acontecimientos que se han instruido en diversas causas judiciales a lo largo de los últimos diez o quince años, podemos perfectamente ponernos en situación. En los grandes despachos de abogados, en los que tan bien se desenvuelven Aznar y familia, Miguel Ángel Rodríguez, anteriormente Rato y Rajoy, antes de ser puestos fuera de juego, o Cospedal y marido, Aguirre y familia, Granados, Lamela, Güemes, Bárcenas, Ignacio González, tras el pelotazo inmobiliario olieron el negocio de las 500 residencias de mayores, en la Comunidad de Madrid. Y por supuesto, estos talentazos del dinero ajeno, también pensaron que otra línea de negocio se les abría con la construcción de una docena de hospitales públicos, de gestión privada, donde sangrar a las arcas del Estado. Los jueces lo ratifican, pero al escuchar sus discursos, ellos, no lo niegan porque no creen en la Sanidad Pública. Y por eso, ¿para qué contratar más médicos, o siquiera suplir las bajas si no hay ganancia? Lo suyo son proyectos grandes, como el IFEMA, y hacer un show de bocatas para venderlo como un milagro mientras facturan los servicios a sus empresas amigas, según denuncian los sindicatos médicos, multiplicando el coste por dos, por tres y en ocasiones, hasta seis veces más el coste de otros hospitales de la SS como el Marañón, Cajal, La Paz, o el 12 de Octubre.

Para los que se preguntan en qué ha gastado el tiempo estival y los 3.400 millones que el Gobierno nacional les ha dado para paliar la pandemia, tras más de veinte reuniones con el ministro Illa y otras quince con el Presidente del Gobierno, por lo que se ha podido ver y leer, parecería que lo han gastado en criticar, desgastar, crispar, poner obstáculos a la gestión nacional. Mientras no se daban ni cuenta de que el avance del covid19 se les comía, porque ellos sólo pensaban el macro hospital y en culpar de todo a las mujeres y ministras del 8M, al aeropuerto de Barajas, y a los inmigrantes, sin darse cuenta de que las medidas esenciales de protección, en cuanto a movilidad, por ejemplo, que hubieran revertido la curva, les compete a ellos y solo a ellos.

Ayuso caerá, seguro, como cayó Cifuentes, pero no olvidemos que los que mueven de verdad los hilos expondrán a la dama de porcelana, como un pelele en las tradicionales fiestas de San Judas, para que al final se queme en la hoguera. Porque, al final, con Ayuso o sin Ayuso, los que mueven los hilos pueden poner a otro pelele, Casado es un claro ejemplo de ello. Y los madrileños seguiremos soportando la desgracia de un gobierno que no piensa en el servicio público ni en el interés colectivo sino en llenar los bolsillos de las sociedades ultraliberales que le sustentan. Sigan votando…

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