El patriotismo enérgico del Gobierno de coalición

Esta pandemia nos ha conducido a situaciones insólitas que nadie podía prever con anterioridad. El uso generalizado de mascarillas, el distanciamiento social y las limitaciones de todo tipo se han convertido en elementos necesarios para contener la extensión y la virulencia de una pandemia que estará presente en la memoria colectiva pasados los siglos.

Desde el punto de vista económico, el Gobierno de coalición ha actuado con idéntica celeridad, aportando todo un plan de choque con el fin de evitar el colapso económico y la destrucción masiva del empleo en todo el territorio nacional. Ceuta no ha sido ni mucho menos una excepción en este caso.

Los denominados Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs) y su flexibilización han preservado miles de puestos de trabajo en nuestra ciudad, llegando a una cifra superior a los tres mil expedientes en el mes de abril, donde se llegó al punto más álgido en cuanto a gasto en prestaciones se refiere, superando, tan sólo en Ceuta, la cifra de los cinco millones de euros.

El Servicio Público de Empleo Estatal ha tramitado una cifra de expedientes cuyo volumen no tiene precedente alguno. Además, el Ministerio de Trabajo ha anunciado recientemente la ayuda extraordinaria de 430 euros para aquellos que agotaron su prestación durante el confinamiento. Si a todo ello le sumamos el ya famoso Ingreso Mínimo Vital, nos encontramos con una realidad confirmada por los hechos: nuestro Gobierno se preocupa por el bienestar de su país. Y es aquí donde encontramos el verdadero patriotismo, aquel que hace patria mediante reformas sociales que buscan mejorar la vida de la gente o, al menos, reducir el sufrimiento de sus conciudadanos.

Ortega y Gasset defendía el patriotismo “enérgico” frente a lo que él llamaba patriotismo “extático”.  Con este último, se refería a aquellas personas o movimientos políticos que hacen gala de un sentimiento tan desbordado como hueco de patriotismo tradicionalista, de burdo y obsceno éxtasis (de ahí el término extático).

Para Ortega, patriota es más bien el que hace patria. Es decir, el que analiza las carencias y busca soluciones en pos de una patria mejor. Otros parece que hallan en la política una suerte de puesta en escena permanente, de gran teatralización simbólica carente de actitud crítica alguna. Símbolos, por cierto, que nos representan a todos, y que con su grosera exhibición pretenden patrimonializar.

 “Amar la patria”, dice Ortega, “es hacerla y mejorarla. Un problema a resolver, un edificio a levantar: esto es patria”. Es más que evidente el esfuerzo del gobierno de coalición por erigir y mantener un “edificio” socioeconómico donde cobijarnos y protegernos de esta inesperada a la vez que potencialmente destructiva tormenta epidémica.

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