Vox, Ábalos, y un PSOE a rebufo de los enemigos de España

Hoy quiero confesarme. Quiero confesarme y sé que mi confesión puede incluso crearme algún problema en Vox, mi partido. Pero siempre he seguido el camino de la verdad y, como dijera Shakespeare, ningún legado es tan rico como la honestidad. En consecuencia, me debo confesar y confieso. Admiro a Ábalos. Admiro a Ábalos y, si bien es cierto que el Papa en una entrevista para el imparcial, apartidista, y totalmente entregado a la información veraz, medio de la sexta y su, a la vez imparcial, informador Jordi Évole, le ha puesto en un brete al afirmar básicamente que el gobierno español deja que los emigrantes, inmigrantes, amigrantes, omigrantes, emigrantas, migrantes, migrantas, o como quiera Dios que sea políticamente correcto decirlo el 4 abril de 2019 a las 23:45HL, perezcan en el tránsito de las costas africanas a Europa, son otros los derroteros que me llevan a sentir esta fervorosa y exponencialmente creciente admiración por este singular personaje.

Sin obviar que, cifra arriba cifra abajo, de los cincuenta mil rescates del 2018 por los cuerpos españoles, solo poco más de diecisiete mil fueron en aguas españolas (alrededor del 30%), y el resto la mayoría fueron en aguas exclusivamente marroquíes, dejando el sobrante en zona de responsabilidad compartida con Marruecos (ahí el gobierno marroquí no solo acepta aguas en Ceuta, sino que nos abre pasillos hasta las mismas playas de sus aguas, no ya territoriales, sino interiores). Me imagino que su Santidad no le habrá hecho el mismo reclamo a Mohamed VI el día anterior…

¿Cuál es, pues, la fuente de mi admiración? No es asunto baladí, el señor Ábalos ha alcanzado objetivos ajenos al mundanismo que atrapa al paisanaje del paisaje no ya español, sino humano en general. En su día escuché al señor Punset describir la felicidad como la ausencia de miedo. Definición sencilla pero directa y efectiva, y me suscribo a ella. Esa iluminación, nirvana, moksha, satori, o como se le quiera llamar al estado supremo alcanzado por el susodicho, más en el sentido espiritual del “erleuchtung”, que en el “aufklarung” intelectual, en este caso inversamente proporcional. Tal es el grado de ridículo que puede hacer el señor Ábalos sin inmutarse y sin mutar, valga la redundancia, ni un solo ápice de sus humanas fauces, a pesar de ser el homo sapiens el animal con más músculos en nuestra expresión facial. No voy a referirme al ridículo de las declaraciones de la “policía política”. Podría ir a lo fácil y recordarles el GAL, las escuchas de “pepiño”, y demás. O las persecuciones políticas de su partido en Andalucía. No perderé mi tiempo en eso. Me centraré en este escrito en sus declaraciones donde manifiesta que “es lamentable que el PP vaya a rebufo de una formación minoritaria y franquista como Vox”. Que lo diga una persona cuyo partido atesora, no ya como militantes, sino como cargos de mayor relevancia a los descendientes de los que precisamente configuraban los últimos retazos del gobierno de Franco, es un grave insulto a la inteligencia. Siendo ellos los que precisamente y en cualquier caso darían al presente un carácter continuista de un régimen del que no saben ya con qué nueva excentricidad sacudirse. No se preocupe. Nosotros somos demócratas y sus insultos fáciles, absurdos y recurrentes han dejado de ser nuestro prejuicio para ser el vuestro. Seguid así. Lo más patético de todo es que estas palabras salen del único gobierno de la historia de España presidido por un partido minoritario, no electo, y que encima lleva más de un año bajo una relación, no ya “a rebufo”, sino verdaderamente osmótica con los partidos separatistas catalanes, con los herederos de ETA (han pasado de huir de sus pistolas a compartir cama), y con los chavistas que claman en los medios de comunicación salir a las calles a agredir a quien no piensa como ellos, y a los que mandan a prisión a negociar los PGE. El señor Ábalos ha alcanzado, pues, en su ilógica sinvergonzonería, la iluminación.

Así que, recordando las recientes declaraciones del señor Lacalle al escuchar a Ábalos y parecía parafrasear a Paquita la del Barrio en su “rata inmunda, animal rastrero, engendro del averno, adefesio mal hecho…” al grito de “¡mentiroso, mentiroso, mentiroso…!” Con el señor Ábalos es mejor, sencillamente, sentarse a disfrutar de la iluminación alcanzada en ese metafísico dualismo cartesiano de lo perecedero y lo imperecedero, cuerpo-mente, donde Ábalos se ratifica como la antítesis de su Discours de la methode, donde la esencia de su iluminación es, precisamente, el “no pensar” y disfrutarlo

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