Que ser mujer musulmana y feminista deje de ser una condena

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Eva Máñez

Cansada, sí. Cansada de que hablen por nosotras. Las musulmanas oprimidas sin voz ni voto, las mismas a las que tenéis que salir a victimizar cada vez que os quedáis sin argumentos. Las mismas que ansiamos poder vivir en paz y sin vuestros cuestionamientos. 

Cada vez que nos atacáis, nos hacemos más fuertes, nuestras convicciones se reafirman y nos armamos de valor y fuerza para continuar en la lucha, la lucha contra este sistema patriarcal que desde que nacimos invadió todos los ámbitos de nuestras vidas, desde el privado hasta el público.

Me costó muchísimo decidirme, lo tenía muy claro; quería usar hijab. En mi casa nadie me tomaba enserio pues para ellos no era más que un caprichito más de la nena, me cuestionaban. No fue nada fácil convencerles de que la cosa iba enserio. Fue una etapa muy extraña y dura, para que ahora vengáis a decirme que el hijab me lo impone mi padre, mi hermano, mi esposo o mi abuelo. Usar hijab fue una decisión personal e individual, podría decir que recibí más rechazo y portazos que abrazos y apoyo.

Agradezco enormemente haber sido educada por una familia y especialmente una abuela practicante pero que nunca me obligaron ni me impusieron absolutamente nada. La educación que recibí fue basada en el respeto, el diálogo y la libertad de elección. No podemos obviar y nunca lo haré, que existan niñas y mujeres educadas en familias tergiversadoras, radicales sumidas en una cultura patriarcal, no se puede utilizar eso como arma arrojadiza contra quienes fuimos educadas bajo el correcto entendimiento del islam y fuimos respetadas en cada una de las decisiones que tomamos. No podemos ni debemos obviar que muchísimas niñas y mujeres llevan el velo, hijab o pañuelo de manera impuesto. Esto no es motivo para que se posicione contra millones de mujeres musulmanas que deciden usar el hijab voluntariamente y libre de coacción e imposición. Por desgracia son muchísimos quienes legislan en sus casas con el libro sagrado manipulado y tergiversado bajo el brazo.

Nuevamente ayer, varios iluminados y lo que viene a ser peor, muchísimas “hermanas sororas” me atacaron y atacaron a los millones de musulmanas que salimos a las calles, por desgracia en esta sociedad tan racista, excluyente e islamófoga cuesta mucho entender y normalizar que la mujer musulmana portadora de hijab salga a las calles a gritar alto y tendido en contra de todas las discriminaciones y desigualdades que sufrimos y padecemos las mujeres en esta sociedad patriarcal. Muchas alegan que incluso para ser mujer debo “arrancarme” este trozo de tela que con tanto orgullo y amor porto. Para vosotras, seguiré siendo la pobre musulmana oprimida pero os recuerdo que el islam llegó como una salvación a las mujeres que en la era preislámica eran consideradas objetos de usar y tirar, con el islam la situación de las mujeres comenzó a cambiar y su rol fue elevado, dejaron de ser vulneradas, vejadas, las mujeres se convirtieron en mujeres independientes con derecho a escoger marido, a la propiedad, a la herencia, a poder divorciarse y a la participación en la sociedad.

Respeto y apoyo la decisión de muchas mujeres a no llevar hijab, respeto la libertad individual de cada persona y lo que no pienso tolerar es que algunas sigan cuestionando mi libertad y autonomía por el simple hecho de llevarlo, al igual que siempre salgo en defensa de aquellas mujeres que son señaladas y ofendidas por el mero hecho de no querer cubrirse, porque no les nace, porque no lo sienten o porque no les da la gana.

Una vez más seguiré alzando la voz contra el machismo, el racismo, la intolerancia y los estereotipos que tratan de etiquetarme y etiquetar a todas las mujeres que libremente deciden usar el hijab como sumisas, oprimidas y subordinadas.

Cuando la lucha para la liberación de opresiones queda desarticulada por la palabra sororidad, tenemos que tener en cuenta que sólo las mujeres que pertenecemos a colectivos vulnerables, estamos siendo desarticuladas.

Cada día nos sentimos más juzgadas, perseguidas y sentenciadas. Duele dar la mano a quien la esconde cuando la levantas para alcanzar el borde y sacar la cabeza.

No voy a callar más, me niego a normalizar que nuestro “pañuelito” siga siendo temática central en el debate feminista. El feminismo hegemónico nos excluye, se olvida de las musulmanas y de nuestras necesidades, no es nada nuevo. Que os quede claro, soy libre como quiero ser, el hijab para mí es un símbolo de identidad. Me identifico con lo que creo, con mis creencias e ideología. Un feminismo que se mofa de las inquietudes de las propias mujeres, un feminismo que solo tiene en cuenta las necesidades y prioridades de un grupo minoritario y elitista, en definitiva, un feminismo exclusivo, solo puede dar como resultado el refuerzo del patriarcado, contra el que irónicamente se supone que pretende luchar. Un feminismo que a mí y a millones de mujeres jamás nos representará.

Si por ser mujer la sociedad te lo pone difícil, cuando eres musulmana y llevas el plus del hijab todo se hace mucho más complicado. Tenemos que demostrar que somos mujeres, que estamos integradas, capacitadas y que construimos en sociedad con los demás. Lo primero que influye para que las musulmanas seamos discriminadas no es el género sino la raza y la religión. Con raza me refiero a racialización ya que se suele considerar a las musulmanas y en especial a las que llevan hijab como extranjeras y vinculadas al imaginario de la figura del moro. A la mujer musulmana española siempre se le va a considerar inmigrante, además no es cualquier inmigrante, sino que se trata de una mujer musulmana oprimida por su religión. Esta situación alimenta al imaginario de musulmana oprimida y sumisa que tiene que ser salvada por el occidente liberador. Cuando se trata de discriminar a una mujer musulmana, el racismo, la islamofobia y el machismo van de la mano.

Transformemos las estructuras sociales para abolir el racismo y todas las formas de opresión. Lo cierto es que las luchas de las minorías sometidas, oprimidas y segregadas siempre se parecen. Tienen las mismas causas e idéntico desarrollo, es por ello que debemos tomarlas como referencia para perseguir su mismo objetivo: el fin de la opresión, discriminación y segregación. Por una sociedad igualitaria, inclusiva, justa y diversa, os invito a que desmontemos todas las opresiones que nos traspasan.

Seamos blancas, negras, mestizas, creyentes, laicas, gitanas, asiáticas; llevemos hijab, turbante, gorra, rastas; EL FEMINISMO SERÁ RADICALMENTE INTERNACIONAL Y ANTIRRACISTA O NO SERÁ.

Porque esta es NUESTRA revolución, la de todas. Todas aportamos, tenemos que crear una sociedad basada en el equilibrio, en la diversidad, en la igualdad de derechos y en la inclusión.

 
 

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