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Emigrantes, inmigrantes, refugiados, acogidos, hay muchas maneras de llamar a las personas migrantes, demasiadas para calificar una situación transitoria que determinadas personas se ven obligadas a asumir, cuando no sufrir, mientras obviamos con ello que en la historia de la humanidad siempre ha existido una constante que no ha cambiado con el paso del tiempo: la migración.

Nuestra especie procede de un pequeño núcleo inicial, según nos evidencian todas las pruebas científicas existentes, que casi con total seguridad se encontraba en África, desde ahí hemos ido colonizando y haciendo nuestros todos los rincones de la Tierra. Por tanto, calificar de extranjero o nacional a cualquier ser humano no es más que una construcción social creada, asumida y normalizada por las distintas sociedades y basadas en unas diferencias culturales que, a la hora de la verdad, no son más que una ficción que contradice una verdad indiscutible: sólo existe una humanidad y todos formamos parte de ella, absolutamente todos sin excepción.

No obstante, nos encontramos ante una realidad que diferencia a las personas según su procedencia de origen, por absurdo que pueda ser si pensamos que todos somos originarios del mismo lugar, se califican de "ilegales" a personas que llegan a otras tierras cuando no vienen de acuerdo con esa construcción social que es el Estado-nación. Dentro de esas "ilegalidades" nos encontramos, en primer lugar, con personas que huyen de sus países de origen por motivos políticos, religiosos o étnicos para salvar sus vidas, a esas personas se les llaman refugiados. En segundo lugar, están los que son señalados irremediablemente y prácticamente por consenso social como "ilegales" propiamente dichos, esas personas son los y las migrantes por motivos económicos, personas que ven como única posibilidad de tener una vida digna, que se les niega sistemáticamente, partir a otros lugares en los que creen que esas posibilidades pueden ser mayores.

En la historia de España ha habido muchos momentos en los que nuestra migración hacia otras tierras ha sido constante, numerosa y necesaria. Sin entrar en detalles, basta recordar la colonización de América, el exilio de los republicanos y la migración masiva durante la dictadura franquista por motivos económicos, ¿tan faltos de memoria estamos cómo para señalar, impedir y criminalizar a los migrantes que llegan a nuestras fronteras?

En la otrora Europa de los Derechos Humanos, de la que formamos parte, ya no se recuerdan nuestros orígenes, nuestra condición de migrantes, nuestro compromiso con los Derechos Humanos, se ponen pegas, concertinas, vallas, muros, impedimentos e incluso se financian terceros países para que retengan y repriman, en condiciones infrahumanas, a esas personas cuyo único delito es querer vivir.

Hoy en el Día Internacional del Migrante desde Podemos Ceuta queremos llamar a la reflexión a todas y todos las ceutíes sobre una condición, la de migrante, en la que cualquiera podríamos estar, pues la empatía hacía nuestros semejantes es lo que nos hace humanos.

 
 

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