Balmis: El artífice de la primera misión humanitaria de la historia

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 Centro de Historia y Cultura Militar de Ceuta: Coronel Carlos Busto Saiz

La misión que las Fuerzas Armadas está desarrollando como consecuencia de la crisis sanitaria que el COVID-19 está causando en la sociedad española ha sido bautizada con el nombre de operación ‘Balmis’, en honor del cirujano militar español, quien protagonizó una epopeya que salvaría millones de vidas y que sería la primera misión humanitaria de la historia.

Pero ¿Quién era Balmis?, ¿Cuál fue su gesta? ¿En qué marco histórico se llevó a cabo? El Centro de Historia y Cultura Militar de Ceuta, mediante este sencillo artículo, quiere rendir, en estos momentos críticos que estamos sufriendo todos, un respetuoso homenaje a esta destacada figura universal.

Comenzamos…

Corría el siglo XVIII y una enfermedad denominada “Viruela” mataba a 400.000 europeos cada año. Este verdugo no hacía distingos sociales y sólo dejaba como rastro un cadáver lleno de úlceras. Los que superaban la enfermedad quedaban marcados por el resto de su vida con cicatrices muy visibles sobre todo en brazos y cara sino perdían además la vista.

En 1796, el médico británico Edward Jenner descubrió una vacuna contra esta grave enfermedad tras advertir que las personas que estaban en contacto con vacas infectadas de viruela bovina (de ahí el nombre de vacuna) adquirían inmunidad respecto a la viruela humana. Por fin se había conseguido la cura de una enfermedad que llevaba asolando al mundo durante siglos. En 1798 Jenner publica sus descubrimientos y en 1800 la vacuna llegó a España, administrándose de manera inmediata por toda la Península.

Tras el descubrimiento de América, la viruela desembarcaría en el continente con los españoles que allí llegaron y durante siglos esta enfermedad diezmaría a poblaciones indígenas. En 1801 se produjo un intenso repunte de viruela en ciudades como Bogotá (Nueva Granada) y Lima y Quito (Virreinato de Perú) que causó un alto número de fallecidos e infectados. Ante esta epidemia, el rey Carlos IV, quien había perdido uno de sus hijos a causa de esta enfermedad, emitió un edicto dirigido a todos los funcionarios de la corona y autoridades religiosas de sus dominios de América y Filipinas en el cual se anunciaba el envío de una expedición de vacunación.

Así, tan solo 5 años después de las publicaciones de Jenner, España, a diferencia del Reino Unido que no tuvo la sensibilidad de llevar la vacuna a sus posesiones coloniales a pesar de haber inventado el prodigioso antídoto, decide organizar una expedición para llevar esta vacuna a todos los territorios españoles del Nuevo Mundo, donde la enfermedad causaba estragos.

La idea era vacunar a la mayor población posible y formar a personal sanitario en la administración de la vacuna, así como organizar juntas municipales de vacunación donde llevar un registro de las vacunaciones realizadas y mantener suero con virus vivo para vacunaciones futuras. Todo ello suponía un hito sin precedentes en la historia de la medicina y del humanismo.

La dificultad estribaba en llevar la vacuna desde España hasta el continente americano en buenas condiciones, sin que se estropeara durante la travesía por el océano. La respuesta la daría un médico militar español de voluntad inquebrantable, el doctor Francisco Xavier De Balmis (1753-1819) quien era un gran conocedor de la vacuna y además había vivido en México durante varios años y conocía de primera mano la letalidad de la misma.


¿Pero quién fue aquel doctor Balmis cuya figura permanece hoy insuficientemente conocida?


Francisco Xavier de Balmis y Berenguer nació en Alicante el 2 de diciembre de 1753. En el año 1770, con sólo 17 años, Balmis ingresa como practicante en el Hospital Militar de Alicante con el objetivo de formarse como cirujano militar. En 1775, con 22 años, participa como voluntario en la Expedición de Argel contra los bereberes, curtiéndose en las prácticas de cirujano. En 1779 ingresa en el cuerpo de Sanidad Militar, donde es ascendido a cirujano y se le destina al Regimiento de Zamora con el que participará en el bloqueo de Gibraltar. La valía de Balmis en el desempeño de sus funciones fue reconocida nombrándole cirujano del ejército en abril de 1781. Ese mismo año, junto con su Regimiento, es destinado a América en una expedición para luchar contra los ingleses en el Caribe.

En marzo de 1786, es nombrado cirujano mayor del Hospital Militar del Amor de Dios de la ciudad de México. Cuando en 1790 este hospital se une al de San Andrés, Balmis aparece en calidad de director de la Sala de Gálicos de la nueva institución fusionada. En ese momento había dejado el Ejército temporalmente. Vuelve a España con 38 años y se reincorpora de nuevo a la milicia.

En 1794 será nombrado Consultor de Cirugía del Ejército. Un año más tarde, con 42 años, se le concedían los honores de Cirujano de Cámara del rey Car-los IV. Estando en este cargo, tuvo conocimiento del descubrimiento de la va-cuna y se convirtió en uno de los más firmes partidarios y entusiastas de la vacunación, llegando además a traducir del francés, en 1801, el Tratado Histórico y Practico de la Vacuna de J. L. Moreau de la Sarthe. Balmis, que había trabajado durante años en México, presentó al soberano su proyecto para propagar la vacunación por las posesiones de la corona en todo el mundo: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y propuso al rey llevar la vacuna de la viruela a América y Filipinas.

Volviendo a la pregunta de cómo se podría llevar a cabo, la solución aportada seria llevar el virus vivo. Inoculado en los brazos de varios niños huérfanos que actuarían de portadores y transmisores. La expedición seria dirigida por el pro-pio doctor Balmis, teniendo como ayudante inicialmente y más tarde como sub-director a José Salvany y Lleopart, también cirujano del Ejercito, acompañados de tres enfermeros, dos practicantes y de Isabel Zendal Gómez, rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña, cuidadora de los 22 niños protagonistas de esta historia.

Tras varios meses de preparación, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna partió del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 a bordo de la corbeta “María Pita”. La travesía marítima duraría dos meses. Durante el trayecto los niños debían ser vacunados de dos en dos. De esta manera se aseguraban tener una muestra viva del virus al llegar a su destino.

La expedición hizo su primera escala en Tenerife, donde permaneció un mes vacunando a la población canaria. El 6 de enero de 1804 parten de Canarias con destino a Puerto Rico, recalando en San Juan el 9 de febrero. Posteriormente la corbeta se dirigió a Caracas, donde la expedición se dividió en dos: una septentrional encabezada por el propio Balmis que llegó al Caribe, Centroamérica y México y otra meridional alcanzando Quito y Lima, a cargo de Jo-sé Salvany quien después de sufrir un naufragio y perder la visión en un ojo, murió en 1810 en Cochabamba (Bolivia), donde está enterrado. Su sucesor, el médico militar Santiago Granado y Navarro Calderón, continuó la expedición llevando la vacuna a Chile y a la Patagonia.

Tras recorrer todo México, Balmis, después de transferir la tarea a sucesivos, que incluso llevaron la vacuna a Te

xas, Arizona y Nuevo México, se dirigió a Manila con 26 huérfanos mexicanos a bordo del navío Magallanes, partiendo de Acapulco el 8 de febrero de 1805. La travesía durará dos meses llegando a Manila el 15 de abril. El 16 de septiembre llegó a Macao, posesión portuguesa en aquel tiempo y más tarde alcanza Cantón en territorio chino.

En febrero de 1806 Balmis inició su regreso a Madrid, vía Lisboa, a través del océano Indico, pasando junto al cabo de Buena Esperanza. En su camino se detuvo en la isla británica de Santa Elena, donde también llevó a cabo vacunaciones. El 7 de septiembre de 1806, dos años y medio después de su partida regresa a España.

Gracias a esta gesta tan poco conocida, expresa Javier Moro en su libro “A flor de piel”, la viruela es la primera y única enfermedad humana erradicada. El último caso se dio en 1978.

En 1808 José Bonaparte es nombrado rey de España. Balmis no presta juramento de lealtad al monarca impuesto, por lo que sus bienes son confiscados y se ve obligado a establecer su residencia en Sevilla y más tarde en Cádiz. El 12 de febrero de 1819 fallecía el director de la Expedición Balmis a los 66 años de edad en Madrid.

De la misma manera que en aquel entonces, las Fuerzas Armadas hoy trabajan activamente en los cometidos que sean necesarios para proporcionar el mayor grado de seguridad a la sociedad a la que sirven. El espíritu de ambas, la expedición de Balmis y la operación actual que recibe su nombre, es el mismo: servir, allá donde sea, a un bien colectivo aun a riesgo de perder la propia vida. Ahí reside el valor fundamental de nuestras Fuerzas Armadas.