Licencia para leer…, libros de espías

Sello postal emitido en Rusia en 1919 como homenaje a África de las Heras.

Antonio Muñoz-Manero Fernández, teniente coronel de Infantería Colaborador de la Biblioteca Histórico Militar de Ceuta.

Miguel de Cervantes Saavedra:

“No todas las verdades han de salir en público, ni a los ojos de todos”

 

El espionaje es tan antiguo como la guerra, podríamos decir que sus orígenes se remontan a la propia historia del hombre, personajes que dedicaron su vida o parte de ella a labores de espionaje, al servicio de agencias de inteligencia.

“Yo, jefe del servicio secreto militar soviético”, son las memorias del general Valter Krivitsky que fue agente del Servicio Secreto Militar Soviético desde 1917 y jefe del espionaje ruso en España durante la Guerra Civil española. Este apasionante libro lo escribió en EE.UU., donde estaba exiliado tras su huida de la URSS.

Nuestra segunda propuesta es “Un Agent de l'Intelligence Service Belge. Mémoires d'un condamné á mort. 1914-1918”. Jaime Mir Mas, español residente en Bélgica cuando estalló la IGM, nos cuenta en sus memorias cómo creó una red de información al servicio de los aliados. También relata su participación en actividades clandestinas y de inteligencia en connivencia con belgas y británicos desde 1914 hasta 1916, cuando una delación derrumbó sus redes y fue detenido y condenado a muerte por los delitos de traición y espionaje. Le fue conmutada la pena.

Es un hecho indiscutible que la España de los siglos XVI y XVII contó con los servicios de inteligencia más eficaces de su tiempo. De todo ello trata la obra de Martínez Laínez “Espías del Imperio. Historia de los servicios secretos españoles en la época de los Austrias”. En ella se rinde homenaje a sus agentes en la sombra (algunos tan conocidos como Quevedo, Cervantes, Rubens, Aldana o Idiáquez). El trabajo de esta red de agentes, que operaron tanto en Europa y el Mediterráneo como en América, en la ingente tarea de defender los dominios españoles, tuvo trascendencia para la toma de decisiones en las guerras, la economía y la política de la época

África de las Heras Gavilán, alias Patria, Ceuta (España) 1909 – Moscú (Rusia) 1988

Nuestra última recomendación es la lectura de “La Violinista Roja”. En ella, Reyes Monforte relata la increíble vida de la española África de las Heras, quien se convirtió en la espía soviética más importante del siglo XX. África, María de la Sierra, Znoy, subcomandante Yvonne, María Luisa, María Pávlov, incluso Patria… Con todos esos nombres se conocía a África de las Heras Gavilán.

Cuando África vino al mundo en Ceuta, un 27 de abril de 1909, en la calle Soberanía Nacional, hoy calle Real, pocos podían pensar que esa niña tan deseada se convertiría, años después, en una de las espías más importantes de la historia. Practicaba deporte, fumaba, bebía en la calle, nadaba como un hombre y conducía el coche de su padre o de su tío.

Procedía de una familia acomodada que se mudó a Madrid cuando era muy pequeña. Nació en el seno de una familia de la alta burguesía ceutí, pues, un familiar, Manuel de las Heras, fue general del Ejército, fallecido al intentar reprimir la sublevación republicana de Jaca en 1930, mientras que su tío, Julián Francisco de las Heras, fue juez y alcalde de la ciudad, y su padre, Zoilo de las Heras Jiménez, era escribiente militar y Virtudes Gavilán de Pro, su madre, procedía de una familia natural de Huelva.

África de las Heras fue la segunda hija del matrimonio. Estudió en Ceuta y en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús en Madrid. A su regreso, contrajo matrimonio a los diecinueve años con el teniente de la Legión Francisco Javier Arbat Gil. La incompatibilidad de caracteres entre ambos provocó serios problemas de convivencia a la pareja, separándose definitivamente de su marido tras la proclamación de la Segunda República, trasladándose entonces a Madrid.

El Capitán Arbat Gil se distinguió notablemente en los combates de la Guerra Civil, siendo herido tres veces y encontrando la muerte gloriosa en marzo de 1937, en el Pingarrón durante la batalla del Jarama, con la VIII Bandera. Por este hecho le fue concedida la Medalla Militar Individual.

En 1930 muere el padre de África y ese mismo año África aparece militando y colaborando activamente en el Partido Comunista Español (PCE). Pese a que en Ceuta no había tenido ninguna actividad política, en la capital entró en contacto con círculos próximos al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la Unión General de Trabajadores (UGT). Estableció una relación afectiva con Luis Pérez García-Lago, destacado dirigente de la federación de banca del sindicato, y de amistad con Amaro del Rosal, histórico militante del PSOE y de la UGT.

Participó en la revolución de octubre de 1934 en Asturias y en 1936 entró en la Juventud Socialista Unificada de Cataluña (JSUC). Un año después ya dirigía una de las patrullas ciudadanas de Barcelona, realizando varias acciones clandestinas durante la guerra civil española.

Tras este conflicto África llega a Moscú donde recibe instrucción militar y posteriormente, se infiltró en el círculo íntimo de León Trotski, en Noruega, para luego viajar hasta Coyoacán en México donde habría trabajado como secretaría del político revolucionario ruso.

Se dice que su papel fue fundamental para organizar el atentado contra Trotski.

De vuelta en Rusia, se especializa en radiotelegrafía y fue adscrita a petición propia en una unidad militar de voluntarios españoles y posteriormente fue lanzada en paracaídas sobre territorio ucraniano bajo dominio alemán.

África reaparece en París como modista, de nombre María Luisa, que se codea con la alta sociedad de la capital francesa. En el año 1946 África está ya plenamente integrada en el KGB (Comité para la Seguridad del Estado, por sus siglas en ruso). Su identidad en clave para la KGB fue “Patria”.

Lápida en el cementerio de Khovanskoye de Moscú de la coronel África de las Heras, alias Patria.

Dos años más tarde se muda a Montevideo, creando una red de espionaje en América del Sur y se dedicó a obtener documentación falsa a todos los comunistas que llegaban en alguna misión a Montevideo montando como tapadera una fachada de tienda de antigüedades, para ejecutar todas sus operaciones.

África vuelve a Moscú cargada de reconocimientos, con rango de coronel del KGB y condecorada con la Orden de Lenin. En 1988, meses antes del desmoronamiento de la URSS, De Las Heras fallece en la capital rusa.

En el cementerio de Khovanskoye de Moscú hay una lápida con su rostro grabado y un texto en ruso: "Coronel África de las Heras, 1909-1988". Y sobre la piedra, una palabra en español, "Patria".

Para conocer en profundidad estas impresionantes biografías, animamos a los lectores a que consulten los fondos bibliográficos sobre servicios de inteligencia y espionaje que disponemos en nuestra Biblioteca.