De Marruecos con amor: el pescado cruza la aduana mientras la política se enreda

La delegada del Gobierno en Ceuta, Cristina Pérez, ha anunciado con entusiasmo que esta semana se prevé la primera expedición de pescado fresco desde Marruecos.
Para que nada falle en este gran "hito", la Delegación del Gobierno ha estado "todo el día" centrada en que la importación salga sin inconvenientes, asegurando que toda la documentación esté en regla y evitando cualquier tipo de sobresalto. La aduana, dicen, funcionará de manera "progresiva y paulatina", aunque en realidad se limitará a permitir dos operaciones diarias, una de entrada y otra de salida. Suponemos que les exigirán todas las garantías sanitarias.
Pero la delegada no solo ha hablado de pescado, también ha querido dedicarle unas palabras a Juan Bravo, acusándolo de "hacer una política desleal". Algo llamativo, viniendo de un gobierno que no se ha caracterizado precisamente por su "lealtad institucional" cuando le ha interesado. Desde los desaires con la ciudad autónoma hasta decisiones tomadas sin consultar con quienes supuestamente debían ser sus socios, el concepto de "lealtad" parece ser de aplicación selectiva.
El enfrentamiento viene a cuenta de las declaraciones de Bravo en las que negaba que la apertura de la aduana fuese un "hito histórico", algo que contrasta con la versión del Gobierno de Vivas, que ha optado por respaldar la iniciativa con una visión más pragmática. De hecho, la delegada ha alabado la "colaboración" del Gobierno de la Ciudad y de sus consejeros, dejando claro que en esta partida prefieren jugar con Vivas antes que con Bravo.
Y no han faltado las recriminaciones adicionales. La socialista también ha aprovechado para reprocharle a Bravo su voto en contra del traslado de 400 menores tutelados fuera de Ceuta, un traslado que el propio Vivas había solicitado. Así que, en el mismo discurso, la delegada se ha colocado en el papel de garante del comercio y, de paso, ha aprovechado para repartir críticas.
Lo que queda claro es que, más allá de los discursos y acusaciones, el negocio sigue su curso. Ceuta busca consolidar una aduana comercial similar a la de Algeciras, algo que no encaja en los intereses de Marruecos, que ve en ello un reconocimiento implícito de la soberanía española sobre la ciudad, un punto que Rabat no está dispuesto a ese tipo de concesiones.
Marruecos coloca su pescado en Ceuta, los empresarios hacen sus cálculos y la política sigue girando en torno a cómo se venden las decisiones. Pero, ¿de verdad esto es un "hito histórico" o solo una reedición de lo de siempre, pero con otros protagonistas y una puesta en escena más teatral?