Voz en Educación

La pasada semana, entre diversas visitas ministeriales, el Partido Popular ceutí organizó un encuentro con el sector educativo. Su intención anunciada: recabar la opinión de los directores de centros y de la FAMPA sobre los problemas de la educación en Ceuta.

No es lugar para recoger los ya viejos problemas que tiene nuestra ciudad en materia educativa. Cualquier ciudadano medianamente interesado los conoce: desde el insultante e ignorado analfabetismo a la añeja necesidad de nuevos centros. Por mi parte, lo que pretendo con estas líneas es señalar, tras estos veinte años, el único camino de solución posible.

Porque a todas las buenas intenciones al respecto les falta algo fundamental: COMPETENCIA. Lo saben. La Ciudad no tiene transferida absolutamente ninguna competencia en materia de Educación. Su relación con este Ministerio se articula únicamente en virtud de convenios puntuales que se suscriben, no como ciudad autónoma, sino únicamente como ayuntamiento. Y digo “únicamente” porque en esta relación nos vemos equiparados a la misma condición que, pongamos el caso, Cevico Navero, provincia de Palencia (dicho esto con todos los respetos para este municipio). El primero de los sinsentidos en estos asuntos.

Por más dinero que invierta, la actuación del Gobierno de la Ciudad en educación será siempre marginal: un invitado casi de piedra en una cuestión de presente y futuro tan importante. Porque, cuando se habla de Educación, nos estamos refiriendo a algo muy concreto y cercano: la formación de nuestros hijos. O el futuro de la Ciudad, si se prefiere.

Las decisiones en materia educativa se toman en Madrid, bajo criterio de las autoridades del Ministerio y, desde allí, se determinan prioridades y se distribuyen y gestionan los presupuestos. Valoren Uds., porque ya han transcurrido más de veinte años de gestión directa por parte del Ministerio de lo que, refiriéndose a Ceuta y a Melilla, denominan "ambos territorios”.

Esta situación tan anacrónica, la de tener voz sólo cuando te dejan tenerla y ningún voto en una materia que tan íntimamente afecta a cada familia ceutí con hijos, no sólo atañe al Gobierno de la Ciudad. Lo mismo ocurre con la institución más representativa de los ceutíes. ¿Cómo es posible que la Asamblea de la Ciudad autónoma de Ceuta -hagamos uso de su título completo- no tenga reconocida ninguna voz en cuestiones educativas que, por otro lado, son objeto de frecuente debate en este foro debido a su indiscutible interés para los ceutíes y para quienes nos representan?

 

¿Quién habla por nosotros, quién defiende nuestros intereses y puntos de vista cuando se reúne el Ministerio con todos los territorios autónomos del Estado para hablar de Educación? Sí, un director general del Ministerio que ni pregunta al Gobierno de Ceuta, ni a su Asamblea ni, mucho menos, a los ceutíes. ¿No les parece, dicho sea, también con todo el respeto para quien desempeña este papel, otro sinsentido?

Esta situación no deja de ser una anomalía en el Estado autonómico; una profunda discriminación que se está perpetuando en el tiempo. Y lo es en una materia especialmente sensible, una que afecta directamente a nuestros hijos. Por eso es algo más que una mera cuestión administrativa y por eso requiere una decisión política que ponga fin a la actual situación. Y por eso insisto en que el único camino que se abre es la asunción de competencias en esta materia.

No hay que asustarse: entre el nada y el todo hay muchos puntos intermedios. Y no hace falta entrar en detalles: las posibilidades son muchas y las soluciones, más que los problemas de la inevitable negociación. Lo que hace falta es tomar la decisión de iniciar este camino.

A estas alturas, solicitar competencias -no necesariamente LA competencia- es prácticamente cuestión de principios. ¿Por qué la Ciudad va a renunciar a avanzar por esta vía, renunciar a hacerse oír y a representar los intereses de los ceutíes en los foros nacionales?

Es una cuestión de voluntad política, tanto por parte del que tiene que otorgarla, como por el que habrá de solicitarla. Pero sólo esto último está en nuestras manos.