EUROVISIÓN: una inversión pública cuestionable en un festival politizado

EUROVISIÓN: una inversión pública cuestionable en un festival politizado
@EurovisionSongContest
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España ha destinado este año cerca de 600.000 euros de dinero público a su participación en Eurovisión. Solo en derechos de retransmisión, RTVE ha pagado más de 330.000 euros a la Unión Europea de Radiodifusión. El resto, entre decorados, viajes, alojamiento, comunicación, escenografía, producción y servicios varios.

Todo ello para formar parte de un festival donde el peso de los votos muchas veces no responde a criterios musicales, sino a afinidades políticas, acuerdos entre bloques regionales y circunstancias internacionales. Como ya advirtió en su día el maestro José Luis Uribarri —con esa precisión casi profética en cada votación—, Eurovisión hace tiempo que dejó de ser un evento puramente musical para convertirse en un tablero geopolítico vestido de gala.

Mientras el interés social por el festival fluctúa, y en España se alterna entre la euforia y la indiferencia, el coste se mantiene o incluso crece. ¿Merece este desembolso el retorno que genera? ¿Tiene sentido seguir financiando con fondos públicos un evento que arrastra más polémica que consenso?


Eurovisión 2025: más política que música


La edición de 2025 ha evidenciado aún más la politización del festival. La participación de Israel, en medio del conflicto en Gaza, generó protestas y tensiones diplomáticas. RTVE emitió un mensaje en apoyo a Palestina antes de la final, desafiando las advertencias de sanción por parte de la UER. Además, el televoto español otorgó 12 puntos a Israel, lo que fue interpretado por el gobierno israelí como una crítica a la política exterior española.

Estas situaciones reflejan cómo el festival se ha convertido en un escenario de disputas políticas, alejándose de su propósito original de celebrar la música y la cultura. La inversión de fondos públicos en un evento que se ve envuelto en controversias políticas plantea la necesidad de replantear la participación y el gasto asociado.


Declaración política desde Ceuta Ya!


La diputada de Ceuta Ya!, Julia Ferreras, ha manifestado con contundencia:

"Participa un Estado criminal. Israel vuelve a Eurovisión a pesar del genocidio que está cometiendo contra la población palestina. Es sencillamente infame".

Ferreras también cargó contra la UER:

"Amenazan a RTVE con sanciones si no deja de informar sobre los crímenes del Estado sionista".

La diputada quiso también dirigirse al presidente del Gobierno:

"Pedro Sánchez, este es el camino que debemos seguir. Pero debe ir acompañado de la ruptura total de relaciones con el Estado de Israel, también las comerciales y de compraventa de armamento".

Y concluyó:

"La hipocresía debe dejar de tener espacio".


Un festival con historial de escándalos con muchos gorilas


La controversia de este año no es nueva. Eurovisión arrastra un largo historial de polémicas que desmontan la idea de un certamen neutral. A lo largo de los años se han producido vetos, boicots, censuras y gestos políticos que han empañado su imagen. Desde el veto a Rusia, pasando por las disputas entre Armenia y Azerbaiyán, hasta las banderas palestinas mostradas por Islandia en 2019, el festival ha sido escenario recurrente de conflictos diplomáticos.

Diversos artistas y delegaciones han aprovechado la plataforma para lanzar mensajes ideológicos o denunciar situaciones políticas, mientras la Unión Europea de Radiodifusión ha actuado de forma desigual, permitiendo unos gestos y censurando otros. Lejos de tratarse de episodios aislados, estos antecedentes refuerzan la percepción de que Eurovisión hace tiempo que dejó de ser solo música. Lo de 2025 no es un caso excepcional, es la continuación de una deriva que arrastra ya demasiados años. Y mientras algunos siguen defendiendo la esencia musical del certamen, lo que vemos sobre el escenario son cada vez más espectáculos grotescos, actuaciones sin rumbo y números que harían sonrojar a cualquier profesional del directo. Como diría la propia Melody, extraído de uno de sus éxitos infantiles, esto ya parece "El baile del gorila", y no precisamente en clave de humor.


Melody, una artista que cumplió


Y en medio de este escenario caótico, no se puede ignorar la actuación de la representante española. Con una puesta en escena sobria, voz afinada y una propuesta musical seria, la cantante defendió con dignidad a España en un festival donde lo que reinó fue el despropósito generalizado.

No ganó, pero tampoco se arrastró por el escenario como sí lo hicieron otras candidaturas que parecían más preocupadas por la provocación o el espectáculo vacío que por la música. En un certamen donde abunda la estridencia sin contenido, ella mostró que todavía se puede hacer una actuación coherente.

Lo que ofreció fue música, no ruido; interpretación, no sobreactuación; respeto por el escenario, no payasadas. Y solo por eso, merece el reconocimiento del público, más allá del puesto alcanzado en la clasificación.

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